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José probó su primer porro con apenas ocho años, en 1978; mientras que Santi esperaba a tener veinte, en el 2011. He quedó con los dos para escuchar cómo llegaron a ser productores de semillas, dos historias muy diferentes que se cruzan en Exotic Seed.


José (1970) ya era con diez años fumador casi diario y con dieciséis vendía en el instituto chivatos de una mariguana “que plantaba de guerrilla una nota del barrio”, una hierba nada selecta, con hojas, cogollos y semillas, “todo mezclado”, “porque entonces lo que se fumaba era hachís y no se sabía lo que se sabe hoy”. En el año 2000 abrió en Valencia su primer cultivo, llamado Carraspera, sobrenombre con el que se le conoce -el Carras- en el ambiente cannábico. Para los que no lo sepan, el comienzo del milenio coincide en este país con la primera explosión comercial del sector: nuestras ciudades se llenan de tiendas especializadas y las legiones de fumetas de hachís, muchos de los cuales pensaban que lo que se fumaba de la maría era la hoja, empiezan a darle al autocultivo. José desde mediados de los noventa empieza a plantar con esmero, lo que junto con su grow -el cuarto que se abrió en Valencia-, lo convierten en un afortunado que vivió en primera línea aquella transformación llena de gozosos descubrimientos: “Recuerdo que cuando empezó el boom del cultivo de interior el comentario más repetido era: 'Esto es lo mejor que he fumado nunca'”. Algunas de las madres de su banco de semillas son de aquella época lejana.

¿Y desde cuándo produce semillas?


Desde el 2005 vengo trabajando para otros bancos. Antes de dejar el grow de Valencia y abrir este en Madrid ya hacía semillas por encargo. Y hace unos meses empezamos a comercializar nuestras semillas con nuestra propia marca.
Fue en este barrio madrileño de Malasaña, en este mismo cultivo recién abierto -allá por el verano del 2009- donde José conoció a Santi. No tardó en contratarlo como trabajador, sorprendido por los conocimientos que Santi tenía sobre las plantas. No era sólo por su juventud, lo que más llamó la atención de José era que nunca había probado un porro: “Era increíble cómo sin haber fumado sabía tanto, incluso en aromas era un experto”. Santi tiene ahora 25 años, y es la primera persona que conozco que empezó a cultivar e incluso a trabajar en el sector de la marihuana sin haberla probado antes: "Empecé a cultivar con 17 años para atender las dolores crónicos de huesos y de espalda de mi madre. Luego con veinte años, mientras estoy terminando mis estudios en la universidad empiezo a trabajar con José. Y no es hasta un año después que fumo por primera vez".

¿Y cómo fue ese primer porro?


Fue de hierba de mi propia cosecha y me lo fumé con unos amigos del barrio, para hacer la gracia. Tuvo un efecto muy contundente, siempre digo que es el porro que más me ha afectado aunque no sea lo más fuerte que he fumado. Luego me pasó un tiempo fumando muy poco, nunca he sido un gran consumidor. Ahora es más continuo. Siempre la fumo sola, sin tabaco, me gusta también vaporizada y me encanta fumar el BHO en pipa.

Sir Jack Auto, una autofloreciente de talla grande


¿Cuál es la historia de Sir Jack Auto?


Se trata de un proyecto que comenzamos hace tiempo, cuando decidimos trabajar con autoflorecientes. Al principio no creíamos en sus posibilidades, eran plantas tan pequeñas… pero ahora, en su sexta generación, después de haber ido limando el proceso y la selección, no hay duda de hasta donde pueden llegar. Esta variedad es un ejemplo, pues la Sir Jack Auto puede alcanzar una estatura de hasta 120 centímetros, es muy productiva y tiene un aroma excelente. Fue uno de los primeros híbridos que trabajamos.

¿Cuánto tiempo se tarda en tener una lista de semillas para su venta?


En general, el desarrollo de una nueva genética puede llevar unos dos años, dependiendo de la genética en sí y hacia donde queremos llevarla. Con la Sir Jack Auto todo el proceso habrá llevado entre tres y cuatro años, hasta que vimos ejemplares que realmente se ajustaban a lo que queríamos. En el caso de las autoflorecientes, al no poder guardar plantas madre, la evolución es constante, por lo que año tras año estas líneas se van avanzando y mejorando.

Si la planta, ¿cómo será el aroma, la presencia y el olor?


Es una planta con un aroma inciensado y tonos cítricos, similar a la madre Jack Herer que se empleó al inicio, de flores compactas y niveles de producción de resina comparables a otras genéticas no autoflorecientes.

¿Y eln?


Al tratarse de un hibrido autofloreciente de predominancia Sativa tiene efectos que nos llevan hacia experiencias físicas, con tendencia a ser activos; aunque también tiene un efecto más “cerebral”, apropiado para procesos creativos.

¿Alguna recomendación a seguir en su cultivo?


No es una planta difícil de cultivar. Hay que estar atentos a la humedad durante la última fase de la floración, pues las flores que producen se compactan mucho, lo que podría generar un problema de hongos tipo botrytis.

¿Realmente necesitamos otro banco de semillas más? ¿Qué aporta Exotic Seed en el variopinto mundo de los bancos de semillas?


El boom que ha habido de bancos de semillas no es malo en sí, el problema viene cuando se trata de empresas que no cuidan el producto y que no se toman en serio su trabajo, lo que ha despertado recelos por parte de las empresas distribuidoras y de los clientes hacia este tipo de bancos nuevos. Nosotros somos productores de nuestras genéticas, seleccionamos y empaquetamos las semillas de forma manual y controlamos el proceso de principio a fin. Nuestro catálogo ofrece variedades que puedan sorprender y salirse un poco de lo habitual, con cruces novedosos o que no se han tratado mucho en el sector, tanto con genética “de toda la vida”, como con genética más actual.

Salís al mercado con 18 variedades y en unos meses sacaréis otras nuevas, ¿cuáles son vuestros preferidos?
La verdad es que todas tienen algo que nos gusta, pero si hubiera que elegir tres, nos quedaríamos con Exotic Thai, Sir Jack y Exotic Colours.

¿Feminizadas o regulares? Lo pregunto porque ahora parece que lo que se lleva es la vuelta a los orígenes, cuando había que estar pendientes de que los machos no polinizaran a las hembras.
Es un debate obsoleto. Desde nuestra experiencia de años en el desarrollo de variedades feminizadas y regulares, creemos que siempre y cuando se haya realizado una buena selección de parentales -donde se haya comprobado que no tienen tendencia a la intersexualidad (hermafroditismo) o caracteres no deseables en su piscina genética- no existe una diferencia.

Colores exóticos al final de la floración.
significativa.

La policía, la cárcel, los ladrones y el futuro.
Son dos apasionados cuyas voces se confunden con confianza mutua en la conversación. No parece haber grandes discusiones de fondo en Exotic Seed que empañen la pasión de la aventura compartida que supone la investigación de nuevas variedades: “Siempre estamos desarrollando en paralelo una o dos variedades, aunque en muchas ocasiones no alcanzan la calidad que deseamos y se quedan, sin salir a la venta, como curiosidades para nosotros mismos”.

La charla se va ramificando: hablamos un rato de cómo las letras de denuncia de La Polla Records, el grupo preferido de José, nos formaron ideológicamente. Me cuento que han votado a Izquierda Unida ya Podemos en las últimas elecciones. Les pregunto por cómo lo llevan sus respectivas familias y ninguna tiene el menor problema por dedicarse al sector, ni necesidad alguna de esconderse. La hija de José, que acaba de cumplir ocho años, dice en el colegio que su padre se dedica a las plantas, “ella sí que lo tiene normalizado”.


Hablar con los dos es una experiencia que permite comparar todo lo que ha pasado en este mundo del cannabis desde los años ochenta del pasado siglo hasta hoy: los cambios en los hábitos de consumo, la normalización, incluso la evolución de los aparatos represivos del Estado que de un tiempo a esta parte son más permisivos con el asunto del cannabis. Eso, o que los abogados ahora son más listos y la policía más tonta, o que los jueces se han vuelto más comprensivos al estar las cárceles a rebosar por una política de drogas que ellos mismos saben que es inútil. Sin ir más lejos, hará cosa de dos años, a Santi lo pillaron en el metro con esquejes y un par de gramos de hierba para una compañera que como su madre también tiene dolores en la espalda. La policía lo detuvo por delito contra la salud pública (qué ironía), pero gracias a un doble fallo -pesaron los esquejes como si fuera mariguana y luego destruyeron todo salvo las muestras para determinar su pureza- el caso fue archivado por el juez.


Hace veinticinco años en cambio las cosas no hubieran sido tan fáciles. José, por ejemplo, entró en la cárcel porque se cayó al moro y le pillaron en la frontera con un kilo para él y sus colegas. Un año a la sombra entre el penal del Puerto de Santa María y el de Algeciras, este último recordado por José como un infierno: “Una cárcel vieja, sin chabolo, con un patio peligroso donde no paraban de caer papeles atadas por un lado a un globo y por el otro a una piedra, que a poco que te descuidaras te daban en la cabeza… Y no ves cómo eran los yonquis de la Línea y de Algeciras”. Luego estuvo un par de veces más, porque a la policía ya los jueces de entonces no le podían venir con argumentos terapéuticos ni de consumo compartido, mucho menos con el derecho que todos tenemos a la ebriedad. Así que a José lo volvieron a entalegar por cantidades de hachís que no llegaban ni a los 200 gramos; fue poco tiempo y las prisiones de Cáceres y de Valencia no eran tan duras, aunque la incomprensión familiar no fue a menos: "Yo tenía veintipocos años y para ellos era un demente. Y eso que por comunistas casi todos habían pasado por la cárcel, pero que yo estaría por drogas no les gustaba nada".


Hace unos meses en la trastienda en la que estamos hablando se abrió desde el portal vecino un butrón y se llevaron 1200 paquetes de semillas y unos doscientos euros que había en la caja. Fueron a tiro hecho, lo hicieron a las ocho de la mañana porque sabían que hasta las once no abren la tienda. Así que esta vez fueron ellos los que llamaron a la policía, que apareció con profesionalidad, como si aquello fuera una joyería. Entre risas me enseñan dos pipas enormes de fumar extracto que los ladrones cogieron para llevárselas pero finalmente olvidaron; ahora están llenas de ese producto blanquecino que usa la policía científica para descubrir las huellas de los malhechores. Sin duda en los últimos tiempos las cosas han cambiado.

Aunque los ladrones que os visitaron atestiguan el valor de las semillas, ¿tiene futuro un negocio como el que acabáis de montar?

Lo digo porque me da la impresión de que con las asociaciones de consumidores de cannabis mucha gente ha renunciado al autocultivo.


Antes de que existiesen las asociaciones ya existía el mercado negro, y los bancos de semillas han estado creciendo a un ritmo meteórico, por lo que creemos rotundamente que sí hay futuro. Aunque el fenómeno de las asociaciones es algo evidente, no todo el mundo forma parte de una, ni todo el mundo por pertenecer a un club va a dejar, en caso de tenerlo, su pequeño cultivo. Las asociaciones contribuyen a asentar esta cultura ya su normalización, además de facilitar a la gente que consume una forma de acceder al cannabis de forma segura, con un estándar de calidad y unas garantías, pero, al final, a todos lo que nos gusta fumar es lo que nosotros mismos cultivamos.

¿Y cómo veis el futuro del cannabis en el mundo y en esta España nuestra?


Esperamos que poco a poco se abra el camino hacia una regulación. Aunque actualmente España parece que sólo sabe ir hacia atrás, lo que hace que el futuro sea una verdadera incógnita. Ojalá se termine esta prohibición absurda y se legisle de forma inteligente. Lo ideal es que con el tiempo el cannabis legalmente sea como un producto más, como la patata, por ejemplo.